Dejé de respirar. Y como pude, me arrastré hasta donde una gran maraña alguna vez fue entretejida por un antiguo soñador.

A pesar de haber sido arrinconada en el olvido, no dudó en brindarme cobijo. Ya una vez hizo lo mismo. Se opuso a que mi cuerpo desgastado tocase el piso.

Si algo podía haber hecho por ella, quizás era darle esa nueva oportunidad. De escucharla, de hablar, conversar.

Me tomé el tiempo. Tomé cada uno de esos cabos sueltos e intenté reconectar con todo aquello que tuviera sentido o coherencia. Aunque sabía que su naturaleza ya era por definición incoherente.

Estaba listo.

No sabía por donde empezar. Si por lo simple o por lo bello, por lo herido o lo conocido. Me aterraba hacer algo mal. Y eso no era empezar de nuevo.

Decidí pues, solo tomarle la mano. Y me perdí durante horas.

Ignoré llamadas, me olvide de comer. Volví a los viejos caminos, me enamoré de nuevo.

Me encerraba con ella, varias veces por semana. Estaba dispuesto a dejar que esa sensación me atrapara de nuevo.

Alejado del mundo, cerrando cortinas, puertas y ventanas. Comiendo montones de chatarra, destapando uno que otro alcohol y tan desaliñado que olvidaba que aún tenía puesta la misma ropa de hace días.

He comprendido que los arrullos hacia la locura no son pocos. Uno elige musa y cada uno de los instrumentos para llegar a ella. Y cuando la orquesta suena a gran velocidad, el baile es torpe y confuso.

¿Qué sucede? No la entiendo. Quiero gritar, hablar, entender… ninguna opción encaja.

Tengo todo esto que vive conmigo, que ya es parte de mi ¿Para que complicarlo más? ¿Entiendo que hace mucho rompí entre el mundo artificial y lo que quiero para mí?

Alguien no nos ha dejado del todo, y es momento de ver quien saldrá con vida.

Porque es cíclico y ciertamente, caníbal. Naces para morir y te lamentas por no saber si podrás volver a nacer. Todo en un lapso que se repite cada par de minutos.

Pero de nuevo rompe y me observa. Ella está ahí, esperando viejas respuestas a mis propios cuestionamientos de siempre: «Debes ser mejor que antes», «ya ha pasado tiempo», «tienes potencial para más», «¿valió la pena?», «¿ésto es puro?», «¿es fino, crudo, tiene significado?», «¿serías respetable?».

No titubeó.

Me miró a los ojos y me lo dijo claramente:

«Al diablo, tú y tus malditas dudas.
Poco hombre de mierda.»

ensenada-logic-tracks-demo-macbook-noche

La amo.
Pero por lo pronto, seremos amigos.